viernes, 30 de mayo de 2008

Historia de otros tiempos, coraje para nuestros días


Muchas se sus amigas y vecinos pensaron que Ann era una romántica alocada cuando se marchó a la India en 1812. En esos tiempos era impensable que una joven mujer viajara a un punto pequeño y poco conocido en la tierra para trabajar entre los paganos y en situaciones primitivas. Aunque dejaba atrás a su familia con poca esperanza de verles otra vez en este mundo, Ann Hasseltine Judson insistió en querer ir; ella sabía que Dios le había llamado a hacer esta labor. Ann Hasseltine nació en 1789, en Bradford, Massachussets, el mismo año que la joven nación de Estados Unidos se instaurara como republica constitucional. Ann recibió a Cristo como su Salvador durante su adolescencia, y empezó a pasar tiempo estudiando la Biblia y en oración. Ella quería ser usada por Dios y en sus oraciones decía: “Dirígeme en tu servicio, y no pido más. No quisiera pedir mi posición de trabajo, ni mi lugar de trabajo. Permíteme solamente conocer tu voluntad, y yo rápidamente obedeceré”.
En 1810, a los 21 años, Ann quería ser misionera a algún país extranjero. Un pastor congregacionalista llamado Adoniram Judson deseaba lo mismo, y ambos se casaron el 5 de febrero de 1812. ¡El dia siguiente, los recién casados zarparon de Salem, Massachussets con destino Calcuta, India! Otros seis misioneros también fueron enviados a Calcuta. En esos días la East India Company se oponía a misiones, y pronto les ordenaron que se marcharan del país. Así fue como los Judson comenzaron sus labor misionera en Birmania, la antigua Myanmar, un país que encuentra entre India y China. El evangelio nunca había llegado a esa tierra de más de 15 millones de personas, y Ann oraba, “O tu que eres la Luz del mundo, disipa la espesa oscuridad que cubre Birmania, y haz que tu luz surja y brille. O, muestra tu gracia y poder entre los Birmanos. Somételos a tu Persona, y hazles tu pueblo escogido”. La familia Judson se estableció en Rangún, el puerto principal de Birmania, y comenzaron a aprender el idioma. No hubieron conversiones rápidas, pero Ann y Adoniram “(entendían) bien que los corazones de los paganos, igual como los corazones de los cristianos, están en las manos de Dios, y en su momento Él les traería a si”. Los birmanos solían decirles con frecuencia, “Vuestra religión es buena para vosotros, la nuestra para nosotros”. Los misioneros tenían la esperanza de que sus vidas convencieran a los birmanos de que el cristianismo también era bueno para ellos. Aún así, sólo hubieron 18 convertidos después de 9 años en Rangún.
Ann y Adoniram aprendieron el idioma birmano y tradujeron las Escrituras. Los birmanos jamás habían oído de un Dios que fuera eterno, sin principio ni fin. Y les era difícil encontrar palabras para describir las verdades cristianas con precisión. No obstante, Ann y Adoniram prepararon un libro de gramática el idioma birmano, imprimieron dos folletos, y tradujeron el evangelio de Mateo. Ann formó una sociedad de mujeres del país que se reunían los domingos para orar y leer las Escrituras.
A pesar de las condiciones difíciles de vida, Ann llegó a amar el país de Birmania, pues allá había aprendido tanto de la misericordia y de la gracia del Señor. Le fue difícil dejar su país adoptivo en 1822, cuando un problema grave del hígado le obligó a volver a América. Pero mientras estuvo en América, Ann escribió una historia de las misiones en Birmania, la cual tuvo una gran aceptación en América. Esto animó a muchos a hacerse misioneros. Ann hizo despertar el conocimiento de muchos a las condiciones de vida que tenían muchas mujeres birmanas, y lo importante que era que misioneras del género femenino trabajaran entre ellas. Cuando Ann volvió a su hogar en Rangún en 1823, ya amenazaba la guerra entre Gran Bretaña y Birmania. Cuando al final estalló, los birmanos pensaban que los americanos
eran socios de los ingleses, y a Adoniram le metieron en la cárcel de la pena de muerte. Ann, que por aquel tiempo estaba embarazada de dos meses, se convirtió en prisionera en su propia casa. Con valentía suplicó con los oficiales del gobierno por la vida de su marido, y de manera secreta consiguió llevarles provisiones y comida a Adoniram y a sus compañeros de cárcel.
Poco después de que naciera su hija, Adoniram se enfermó con la fiebre tropical. Con gran devoción Ann cuidó de él desde una pequeña choza cerca del portón de la prisión. Le obligaban a caminar descalzo más de 13 kilómetros por encima de arena y grava. Las plantas de sus pies eran ya carne viva, y ya estaba en el umbral de la muerte cuando llegó a Oungpen- le. Ann tomó a su hija y siguió a su marido. Consiguió que el carcelero y su familia le dejaran compartir una habitación, pero ella también enfermó seriamente con la viruela y la fiebre escarlata. Más tarde, Ann le dijo por carta a su hermano: "El meollo de mi malestar, consistía en la terrible incertidumbre de cuál sería nuestro fin. Lo que llenaba mis pensamientos es que mi marido moriría una muerte violenta; y que yo, evidentemente, me convertiría en una esclava,… Pero la consolación de la religión, en estas circunstancias de prueba, ¡ni fueron pocas ni pequeñas! Me enseñó a mirar más allá de este mundo, a aquel descanso, … donde Jesús reina y donde jamás entra la opresión". Cuando se firmó la paz entre Birmania y Gran Bretaña, Adoniram fue liberado y reunido con su esposa e hijita. Ann, no obstante, seguía muy débil. Murió de una fiebre el 24 de octubre de 1826. Su hija murió en el transcurso de los siguientes seis meses. Ann Hasseltine Judson fue la primera mujer misionera que partiera desde América; el relato de su amor constante hacia Cristo animó a muchas otras mujeres a que sirvieran a Cristo en el campo misionero.
A pesar de que Adoniram sufriera tanto de parte de los birmanos, se quedó en Birmania para llevar el evangelio de Cristo a la gente. Después de 24 años completó la traducción entera de la Biblia al birmano. Y cuando murió en 1850, Birmania contaba con 63 iglesias con 163 misioneros y líderes birmanos.


Extraído del Boletín “Castell i Baluard”. 1 Junio 2008

martes, 27 de mayo de 2008

¿Te va bien?



Nos vamos al capítulo 21 de Juan. Jesús había resucitado, pero los discípulos se metieron en la barca y se fueron a pescar.

Cuando Jesús llegó donde ellos estaban, la barca estaba a 200 codos (casi 100 m.) así que para que le oyeran tuvo que levantar la voz: Hijitos ¿tenéis algo de comer?. Y la respuesta es breve: No.


Y me hizo pensar, llevo una temporada con una agenda demasiado llena, entre semana y los fines de semana también, durmiendo poco y trabajando mucho. Me he metido en la barca y estoy a lo mío, en el mar de la vida, afanda... pero sin pescar nada, sin resultados, o más bien, cosechando estrés. Y llega Jesús y me pregunta, medio gritando, (porque estoy algo lejos): ¿Te va bien?. Y la respuesta es fácil y corta: NO. No va bien, estoy rendida y no tengo los resultados de la vida feliz y ocupada que nos vende esta sociedad.


Hay que volver a la orilla, a comer con Jesús, a tener comunión, sin prisas, sentarse a sus pies a escuchar sus enseñanzas, para luego vivirlas. Objeciones: es que no tengo tiempo de pararme. Pues si no tomas ese tiempo, la barca irá adentrandose más y más en las ocupaciones de la vida, cada vez más lejos de la orilla, cada vez más dificil escuchar la voz de Jesús, llamando.


"Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más; y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada. " 1a Tes. 4


Quizá no podemos dejar de hacer nada de lo que estamos haciendo, quizá no podemos aliviar nuestra agenda, pero si podemos aliviar nuestro corazón reposando en Dios en las muchas cosas que tenemos que hacer. Escuchando la voz de Jesús, dejándonos guiar por él.


A todos lo que estais estresados, ánimo, vamos a la orilla, sin comunión con Jesús no podremos seguir viviendo en la tranquilidad y amor del Señor.




raquel

domingo, 25 de mayo de 2008

'Con amor eterno te he amado; por tanto, te soporté con misericordia'
Jeremías 31:3

Hay días en que me siento mal, en los que pienso que Dios se hartará de mí porque siempre estoy con lo mismo... no soy fiel, no soy perseverante, no vivo tan cerca de Él cómo debiera, y cada cierto tiempo, casi cíclicamente, tengo que ir delante de su presencia, avergonzada, y pedirle que tenga misericordia de mí. Muchas veces, me cuesta acercarme a Él de nuevo porque pienso que se hartará de mí, que ya no me escuchará más, que, al verme piensa -como pensaría yo- 'ya está otra vez con lo mismo...'

Pero no, Dios no es así: su amor es eterno, perfecto, completo. Como nos amó al principio nos ama ahora, y Él sigue siendo fiel, a pesar de nuestra infidelidad.

Gracias, Señor, porque me soportas con misericordia

jueves, 15 de mayo de 2008

Demasiados días sin actualizar...


La vida tiene su ritmo, a veces pausado, a veces trepidante... Y muchas veces el ritmo de la vida nos marca nuestra relación diaria con Dios. Lo digo por mí, pero supongo que no debo ser la única...
Yo llevo unos días de cambios, de situaciones difíciles de sobrellevar con naturalidad... y esto causa una especie de ritmo que, además de trepidante, parece ser errático... Trato de encontrar mi momento y lugar para estar con Dios, para leer Su Palabra, para orar... y parece que todos los lugares están llenos de gente y todos los momentos ocupados...
Dios tiene misericordia con nosotros, y es bueno, ¡menos mal que Él es siempre fiel en esto! pero mi fidelidad me reporta grandes beneficios, que sólo experimento al practicarla...
Ahora mismo escribo esto, lo comparto con el mundo -contigo, seas quién seas, estés dónde estés, que estás leyendo estas líneas- y estoy dejando que el tiempo trepidante pase y éste, no volverá.
Una hermana decía el otro día que, en realidad, tenemos todo el tiempo, la frase 'no tengo tiempo' no es verdad; lo que pasa es que no lo aprovechamos con la mente clara de lo que significa que pase. Un día más, 24 horas, semanas, meses, años... vida... y ¿para qué la uso?

Hay tiempo para cada cosa, pero todo el tiempo nos lo da Dios, así que, en realidad, es suyo.

Mejor que vaya a hacer aquello sobre lo que estoy teorizando...

febe*