lunes, 20 de septiembre de 2010

... ¡actúa!

Soy especialista en darle vueltas a las cosas: de un lado, de otro, desde arriba, desde abajo... pero por mucho que las rodee, si no me enfrento a ellas, allí estaré: dándoles vueltas.
Tengo un problema, bueno, varios, a los que llevo tiempo dándoles vueltas, el otro día, alguien me dió un buen consejo: 'me parece que ya has leído suficiente sobre el tema, ¿porqué no dejas de leer y lo enfrentas?
... ¡toda la razón! y cuán difícil se hace: qué altos los muros de los sentimientos y pensamientos... de nuevo, ¡la lucha ha comenzado!

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jueves, 8 de julio de 2010

Sencillez

Después de unos meses complicados, vuelvo. La lucha ha sido dura, las dudas, las respuestas, los descubrimientos... muchos. Pero el fin de todo me ha llevado a una conclusión: simplificar. Así de 'sencillo'. La mente humana es capaz de complicarse en gran manera, amoldarse a los pensamientos de otros, ajustar la mente a las premisas de otros y sentirse encajonado en un sistema... que se convierte en una cárcel de uno mismo. Simplificar implica ir al centro del asunto, y dejar a un lado las imposturas innecesarias. 'Simplemente', ser.

martes, 9 de marzo de 2010

...

¿Por qué será que, después de luchar contra gigantes, afirmar tus pasos, tu fe y tus pensamientos, cuando sientes que avanzas con la fuerza del Señor y conforme a su propósito en ti, sin saber muy bien como, despiertas dentro de un remolino en el que no te has dado cuenta que has entrado? ¿porqué después de haber logrado tener paz en la espera, confianza en las situaciones difíciles, y hallar respuesta a la oración, cuando te das cuenta, ya estás envuelta en una vorágine de estrés y descontrol?
¿Te has desconcentrado? ¿Has dejado de fijar tu vista dónde habías decidido ponerla? ¿Simplemente te has relajado?
No puedes decir en qué punto concreto se ha desencajado la cremallera, pero el caso es que ya no cierra, y ha perdido su función: tienes que arreglarla, o cambiarla, pero debes hacer algo, sola no se arreglará...
Así me encuentro ahora: descontrolada, pasada de rosca... Un mes después de haber vivido la paz, la confianza y la fe de manera tan real que podía palparla...

¡Señor! Ayúdame a volver a tu control, a tu camino y... sobretodo, a caminar a tu paso, y en tus pasos.

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jueves, 11 de febrero de 2010

Fe, arrepentimiento y vida cristiana

'La fe y el arrepentimiento no son ritos de iniciación en el cristianismo, sino que son vías para relacionarse con Dios. El arrepentimiento y la fe no son actos hechos una vez para convertirse en cristiano, sino que son actitudes del corazón hacia nosotros y nuestro pecado. La fe no es simplemente la manera de ser salvos; es la conexión vital de la vida cristiana. (...) La vida cristiana no es simplemente vivir de acuerdo a un código, sino una vida de fe, compromiso y comunión con el Dios viviente' (Tedd Tripp, Cómo pastorear el corazón de su hijo. Miami: Editorial Eternidad)

sábado, 6 de febrero de 2010

La abrumadora sensación de gozo del ser

Siempre me había llamado la atención descubrir en los salmos expresiones de gozo exultante: alegrarse en Jehová, cantar, celebrar, glorificar, 'con júbilo'... pero no acababa de entender la experiencia de este gozo...
Me parece que estos días lo estoy experimentando: y es abrumadora también la sensación. 
El corazón está lleno de gozo y gratitud al Señor, y la expresión de estos sentimientos se hace imperantemente necesaria, rebosa: 'Glorificarte he, oh Jehová; porque me has ensalzado, y no hiciste a mis enemigos alegrarse de mí' (Salmo 30:1) 'Por tanto a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre' (vs. 12)
Pero... ¿el gozo y la gratitud sólo dependen de mis circunstancias?: 'Dad a Jehová, oh hijos de los fuertes, dad a Jehová la gloria y la fortaleza. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre: humillaos a Jehová en el glorioso santuario' (Salmo 29: 1-2)
El gozo del que había oído hablar me parecía vacío, de cartón piedra: los cristianos no estamos siempre sonriendo, y, si lo hacemos, nos mentimos a nosotros mismos y a los demás, porque el gozo no está sólo en la sonrisa, igual que la tristeza no está únicamente en el llanto. Pero los salmistas no hablan de sonreir, sino de alegría del corazón, no por nosotros, ni por nuestras circunstancias, que son cambiantes, sino por Él: 'Por tanto en él se alegrará nuestro corazón, porque en su santo nombre hemos confiado' (Salmo 33:21)
Me gustaría que la gratitud se instalara en mi corazón, y desde lo más profundo, cuando vengan los momentos difíciles o tristes, rebose y me haga recontar todos los beneficios que Dios ha traído a mi vida y glorificarle. Que nunca, aún en medio del llanto, me olvide de la bondad de Jehová para conmigo.

'Alegraos en Jehová, y gozaos, justos: y cantad todos vosotros los rectos de corazón' 
(Salmo 32:11)

febe*

viernes, 22 de enero de 2010

La abrumadora sensación de vulnerabilidad del ser

Ha sido tema recurrente en los últimos días, con diferentes personas, en diferentes contextos... esa sensación de estar flotando en el abismo, sin caer, pero sin tocar tierra firme...
En algún momento, sin estar preparado para ello, notas, de golpe, la fragilidad de tu corazón, de tus pensamientos, de tus sentimientos... Entonces, todas las fortalezas conseguidas con gran esfuerzo parecen desmoronarse como castillos de arena a la orilla del mar cuando sube la marea: poco a poco, pero totalmente... el castillo pierde su forma, su entereza, y entra en escena la locura. Sí, locura, porque en esos momentos, vienen a tu mente todas las locuras que, en tu sano juicio y con la mente fría, no dejarías que se instalasen en ella... Y entonces, te da la sensación de que, aunque sigues flotando, lo haces en irremediable caída...
De golpe, en tus pensamientos te sientes capaz de cualquier cosa, juegas con la infidelidad (a ti mismo, a tus convicciones, a tus decisiones, pero, sobretodo, y en última instancia, a Dios) y la acaricias como si no fuera tóxica, y entonces, te sientes aún más vulnerable... y es que, en realidad, lo eres.
Es en momentos así en que tenemos que correr a refugiarnos a la roca que es más alta que nosotros, a aquél que puede guardar nuestra alma y nuestra mente en completa paz. Y cuando digo correr, me refiero a eso mismo, huir de nuestra locura y ponernos al amparo del Señor, el único que sabe, comprende y entiende lo que pasa en nuestro corazón, el único al que podemos llevar nuestras locuras, porque él las conoce más que nosotros, y pedirle auxilio.
Si no fuera así, nuestra fragilidad sería dueña de nuestra vida, de nuestra mente, y estaríamos a expensas de sus locuras.

'Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado' (Isaías 26:3)

Que Él nos ayude. ¡Ánimo!

febe*

sábado, 9 de enero de 2010

¿Mi camino?


Hace tiempo que mi vida gira más o menos alrededor de un tema. A veces, ha parecido que dejaría, por fin, de dar vueltas sobre el mismo eje, pero luego, por una razón o por otra, he vuelto a mi órbita habitual. Muchas veces no lo entiendo. Muchas veces me pregunto cuál será la voluntad de Dios al respecto, y lucho por no derrumbarme ante las respuestas a la oración.
El otro día encontré este versículo, en medio de un pasaje en que no lo esperaba, son palabras de Jeremías en un momento muy difícil: 'Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es ordenar sus pasos' (Jeremías 10:23). ¡Pam! ¡Qué palabras! quedaron rondando en mi mente y en mi corazón. Las escribí en la primera página de mi agenda de este año. Pero... ¿y si empezara a vivirlas? Me parece que tengo las circunstancias de cara para empezar a hacerlo: de nuevo, interrogantes, de nuevo, esperas, de nuevo... ¿fe?
Ayer presenté mi necesidad y mi deseo al Señor, él lo conoce todo. Le dije: quiero esto, pero tu sabes qué es lo mejor para mí, y sabes lo que yo no conozco, así que, lo que tu quieras Señor. Y no fue lo que yo quería, y, bueno, la verdad es que no lo entiendo demasiado, pero entonces, encuentro estas palabras: 'De Jehová son los pasos del hombre: ¿cómo pues entenderá el hombre su camino?' (Proverbios 20:24). La realidad es una, aunque yo no la entienda. Y aunque no entender no me gusta demasiado, el pensamiento de que mis pasos no son míos, de que no soy dueña de mi camino, pero no porqué sean de otra persona, no porque estén a merced de las circunstancias o de los deseos caprichosos de otro, sino porque son de Dios, me da paz. En medio de la incertidumbre, certeza... esperanza. Porque, aunque sea débil, aunque a veces defallezca, quién tiene mi camino en sus manos no es caprichoso, no juega con mis pasos como si fuera una marioneta, sino que los ordena. ¡Ordena! pero... ¿en qué orden? esta es la cuestión... yo pienso mi propio orden, según lo que entiendo o veo, y pido: Señor, primero quiero esto, porque entonces, cuando lo tenga, podré hacer esto otro, y así, al final, llegaré a aquello. Dios, sin embargo, pone en orden nuestros pasos viendo más allá de lo que nosotros percibimos o pensamos. Podemos dejar que Él nos guíe, o podemos andar nuestro propio camino. Aún así, es fiel, bueno y misericordioso: 'Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y aprueba su camino. Cuando cayere no quedará postrado; porque Jehová sostiene su mano' (Salmo 37:24)
Aunque me cueste, prefiero que sea Él quién dirija mis pasos... después de unas cuantas caídas, no tengo ganas de probar de nuevo el sabor del polvo...

febe*

lunes, 4 de enero de 2010

Lucha


¿Descansar? ¡No puedo! ¡No sé! ¿Cómo lo hago? Tengo que venir a ti en vez de buscar tres mil distracciones, tengo que callar en vez de hablar de tonterías, tengo que parar, sentarme, sosegarme, y buscarte desde lo más profundo del corazón. Esperar en ti, hallar la calma en la tormenta, descansar, callar, sosegarme... Pero me cuesta, es como una lucha de titanes: mi carne, mi mente en plena ebullición, mis sentimientos, deseos, temores desbordados... y la calma que hay delante de tu trono, el silencio en tu presencia, la paz de tu abrazo...
Señor, ayúdame a venir antes de sentirme desbordada, antes de que me tiemblen las manos y el corazón, antes de tener la necesidad imperante de llorar, derrotada de cansancio y tensión. Ayúdame, mi Padre Celestial, a hallar en ti lo que no puedo encontrar en otro lugar: la verdadera paz.
(febrero de 2008)


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